11 de noviembre de 2006

Una identidad por favor por Borja Valcarce

Han pasado dos horas desde que me senté delante de la pantalla del ordenador para escribir este ensayo sobre lo que significa ser friki. Tras mucho tiempo investigando en la red, tras miles de lecturas realizadas; incluso tras realizar un test sobre qué es ser friki he llegado a una conclusión… ¡No soy un friki!… Es broma, según el test, sí lo soy, y además con un 63,9% de frikismo. Y a mucha honra.

Por lo tanto, desde el conocimiento práctico que me otorga el hecho de serlo intentaré realizar un acercamiento a las diferentes teorías e hipótesis lingüísticas que tratan de definir qué es ser friki, evidentemente sin conseguirlo, porque es una forma de vida.

Así pues, cuando nos asomamos al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española encontramos que la palabra friki no está registrada. Sin embargo, en la Wikipedia encontramos una gran descripción sobre este término. Friki es aquella persona que tiene una afición desmesurada por algún hobby o tema determinado. Sin embargo, como bien acaba afirmando, verdaderamente es friki aquel ser que lo transforma en su forma de vida.

A mi entender, esta concepción está equivocada, ya que, si seguimos las teorías de Wittgenstein, podemos ver cómo esta palabra se usa de diversas maneras según el contexto en la que se pronuncie. El friki se ha visto como una persona que suele ser inadaptada, pasota y tímida e introvertida. Además, para otras personas carecen de interés como seres humanos porque no mantienen conversaciones inteligentes ni tienen una personalidad bien definida… Evidentemente, esto es otro gran error. Es cierto que nos podemos encontrar a muchas personas que son así, pero no todo friki responde a esta descripción. En este mundo podemos encontrar de todo en toda su superficie… ya se sabe, “para gustos los colores”.

Los frikis son personas normales y corrientes que tienen unos intereses determinados y bastante comunes. La palabra tiene su origen en el término inglés freak que significa “extraño y anormal” y se aplicaba a las personas con malformaciones físicas y diferentes grados de subnormalidad. Sin embargo, la palabra se sustantivó para designar a un grupo de personas que, por sus aficiones poco comunes, eran tratadas como parias de la sociedad. Así pues, como toda máscara que se impone sobre la realidad, estas personas aceptaron su condición de “raros” y potenciaron sus rasgos característicos para formarse una identidad común que pudiesen compartir sólo entre ellos.

Pero el término siguió evolucionando hasta perder incluso su sentido despectivo. Hoy en día podría significar a cualquier persona que tiene una obsesión por un tema en concreto. Ciertamente, todavía no se usa de esta forma, pero es cuestión de tiempo, porque a nadie le importa ser llamado friki. De hecho, se ha puesto de moda y ahora todo el mundo quiere ser friki. Al fin y al cabo, significa tener un elevado interés sobre algo. Y en los tiempos que corren, en los que los jóvenes no tienen una identidad establecida salvo la que el alcohol o las drogas pueden otorgarles por las noches, ser friki significa ser alguien distinto a los demás. Es la huida de ese abrazo constrictivo que la sociedad ejerce sobre aquellos miembros que se dejan guiar por las modas institucionalmente establecidas. Por ello, puede decirse que el friki, vergüenza, sátrapa y carga para la sociedad, tiene una identidad. Pero si esta identidad es fruto del círculo social en el que se mueven, es otro tema para otro escrito.

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