El mayo pasado escribía que "la denominada cultura del botellón, esto es, la forma de vida de los jóvenes que se emborrachan cada fin de semana, está constituida por aquéllos que han renunciado en su vida práctica a hacerse más preguntas, por quienes han decidido que no compensa pensar y que basta con hacer como los demás para evitar el mortal aburrimiento en el que habitualmente viven. Se emborrachan para desconectar de sus estudios y de sus padres; para lograr una sensación de felicidad que les libere al menos por unas horas del aburrimiento vital. A muchos les basta con pasar mortecinamente los días de la semana y sentir que viven en el fin de semana gracias al alcohol y a otras sustancias estimulantes consumidas en compañía. (...) Nuestros jóvenes se emborrachan porque se aburren: ahí está el problema vital. Se aburren porque han clausurado su capacidad de aprender de sus maestros, de sus padres, de sus profesores. (...) Nuestros jóvenes se aburren porque sus profesores han matado sus ganas de aprender. Sólo si los profesores están persuadidos de que su tarea educativa es lo que la humanidad necesita, lograrán contagiarles la ilusión por aprender, el afán por hacer progresar la ciencia y por construir entre todos una sociedad más justa."
Han pasado unos meses y no estoy en desacuerdo ahora con lo que entonces escribí, pero sí me parece que no había captado un elemento importante que me hizo notar hace unos pocos días un experto en actividades juveniles. Muchos chicos de 15 años —venía a decirme— se quedarían el viernes por la noche en su casa viendo tranquilamente la televisión con sus padres, si no fuera porque les horroriza imaginar lo que pasará el lunes.
Y lo que pasará el lunes es que sus amigos descubrirán que es un "colgao" y esto es lo que más teme un joven de nuestro tiempo. Sus amigos le explicarán que se perdió la borrachera de fulanito que acabó en calzoncillos en una fuente, o lo que le pasó a zutanita con menganito, o lo que sea, para que quien no acudió al botellón se sienta verdaderamente un "colgao". En este sentido puede decirse que lo que engancha del botellón no es tanto el consumo de alcohol, como el sentido de la pertenencia a un grupo. Quienes se emborrachan en la noche del viernes o el sábado no toman ni un vaso de vino ni una cerveza durante el resto de la semana. El botellón es el gran elemento socializador de nuestra juventud actual. Será mejor o peor no sólo en función de la calidad de los líquidos ingeridos, sino sobre todo en función de la compañía.
4 de noviembre de 2006
La percha del botellón por Jaime Nubiola
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1 comentario:
Felicidades por el blog !!!
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